Desde la educación artística se promueve una forma de entender el patrimonio como una red de relaciones basadas en los vínculos que sitúa a las personas como eje central del encuentro con el patrimonio (Fontal Morillas, 2022). Este modo de entender el acceso al patrimonio amplia las estrategias y dinámicas de patrimonialización ofreciendo un nuevo paradigma cuya base no es el hecho de que una determinada manifestación venga dada por un institución o grupo de expertos y expertas como patrimonio, sino que son las personas quienes consolidan las manifestaciones potencialmente patrimoniales como patrimonio. Sin embargo, esto genera un contexto incierto y peligroso dada la laxitud del concepto, ¿cualquier bien puede ser patrimonio siempre y cuando una persona lo active como tal? La a/r/tografía, en tanto que tiene como elementos clave la atención al proceso y a la vivencia que los participantes en sus proyectos tienen del fenómeno al que atienden (Irwin et al., 2017), puede dibujar un marco conceptual y metodológico que concrete la activación de determinadas manifestaciones como patrimonio. Explorar desde la creación artística, considerando al mismo tiempo sus implicaciones educativas e investigativas, permite dar entrada en los procesos de acceso y vinculación con el patrimonio la vivencia estética entendiendo que en la confluencia de la sensación y la intelección se originan procesos interesantes de comprensión (Plazaola, 2013), los cuales pueden articular acciones de encuentro con el patrimonio en el que el vínculo deja de ser una cuestión general o puramente personal para delimitar una forma concreta de construir modos vivenciales de patrimonialización. En este sentido, la fotografía se erige como un instrumento con mucho potencial ya que cuando se emplea con objeto de constituir nuevas realidades estéticas, permite canalizar y sistematizar la creación de vínculos patrimoniales.