El proyecto fotográfico que tiene su origen en la red social como vehículo de aproximación hacia lo que se ha venido en denominar como postfotografía, al menos es su aspecto más esencial: la generación de códigos iconográficos basados en la instantaneidad y la difusión de estas imágenes en una comunidad virtual. Pero, aunque la esencia del dispositivo social sea ese, Planeta Benjamín es otra cosa. Si lo que planteamos en la red social es la dispersión de la imagen, y por ello, la transmutación de la fotografía hacia otra cosa, esto es: un artefacto localizable pero efímero, apilable aunque inabarcable, ordenable a pesar de la imposibilidad de conocer todas las categorías, o estandarizable tras el esfuerzo de entender su complejidad taxonómica (origen de las infinitas narrativas a través de la interconexión de sus enunciados), sin olvidarnos de la servil disposición al logaritmo generador de una nueva lectura (hiperdigital) capaz de identificar y aportar rasgos, elementos, contenidos o descriptores inusitados en la aparente superficie de la imagen (de hecho esta nueva lectura no esta dirigida hacia la mirada misma sino a modificar las conductas y alienar las acciones de su corresponsables lectores-productores). Las imágenes que pertenecen a esta serie ofrecen el reverso de un paradigma que permite poner en cuestión el sentido de esta neocultura, aventurando nuevos recorridos en el ámbito de la imagen digital y las tecnologías de la decisión (esas sobre las que se sostienen las redes sociales). Planeta Benjamin es una utopía visual que se justifica en la mirada ubicua y en el objetivo de recuperar el espacio físico de la imagen-objeto para reconstruir una visión crítica de la iconosfera que irremediablemente construimos y que nos habita. ​