Las personas docentes del Área de Didáctica de la Expresión Plástica que tenemos la oportunidad de impartir docencia en dos facultades, aparentemente divergentes pero tal vez, por ello mismo, complementarias, Bellas Artes y Educación Infantil y Primaria, nos situamos en territorio movedizo.

El profesorado de Expresión Plástica nos reconocemos en dos campos de estudio, arte y educación, pero como agentes educativos adoptamos distintas formaciones en los diferentes paisajes del contexto universitario. O bien somos a los ojos de la comunidad educativa (alumnado y profesorado) educadoras que hablan de didáctica, estrategias, contenidos, metodologías o somos artistas con excelentes habilidades manipulativas y creativas. Modelos estereotipados procedentes de prejuicios heredados (figura de educadora-cuidadora o del artista-genio) y tras los que se esconde un nuevo perfil profesional híbrido, diverso y rico de matices.

Mostrar la capacidad transformadora, mediadora y educativa del arte pasa por promover actos de ruptura y reafirmar la naturaleza de la actividad artística como proceso pedagógico que contempla problemas globales de actualidad referidos a la sociedad y la cultura (patrimonio, acceso a la cultura, la vida cultural activa, igualdad y género, salud creativa, expresiones artísticas) para el desarrollo de un mundo sostenible. Pero las transformaciones no se producen de forma espontánea, sino que vienen enraizadas de experiencias previas, de las que como artistas - educadoras somos responsables, como cuando con nuestros gestos o acciones educadoras captamos la mirada del alumnado, esa mirada penetrante y aguda de la que va a depender la posibilitad de relatar y hacer visible lo que la educación artística enseña. Un horizonte difuso, que está aquí, por veces tan distante y otras hasta se puede tocar.