Entre algunas de las cuestiones que se plantean evaluar, en la educación del siglo XXI, nos encontramos que la evaluación de la creatividad y el pensamiento crítico son dos elementos de peso que entrarán a formar parte del informe PISA, como se señala desde la OCDE.
Desde el punto de vista pedagógico, entendemos que evaluar, nos permite desarrollar en el alumnado capacidades para adquirir dichas competencias.
Desde la educación artística se desarrolla, tanto la creatividad como el pensamiento crítico, añadiendo a estas capacidades cuestiones más complejas. Un ejemplo es la imaginación, concepto previo al de creatividad que incluye, -además del idear y el pensar-, entre otros: el sentir, el soñar y el desear, y que incorpora experiencias, sensaciones, conocimiento y autoconocimiento, elementos fundamentales para el buen hacer creativo.
La creatividad y el pensamiento crítico no se consideran específicos de las artes, pudiéndose trabajar en todas las materias, algo lógico. Sin embargo, en ese paso de transformación de la imaginación a la realidad se utilizan numerosos procesos y métodos que son la esencia y la naturaleza de la didáctica de las artes plásticas y visuales.
En el presente artículo se resume la experiencia llevada a cabo, con profesores de colegios de primaria y secundaria, en el marco de un proyecto de la Comunidad de Madrid y la OCDE para desarrollar la creatividad y el pensamiento crítico. En dicho proyecto, la autora de este artículo formó a dichos profesores utilizando metodologías y procesos propios de la actividad artística, en todas las materias. El objetivo es mostrar los resultados obtenidos, y el grado de mejora percibida. Se concluye con un análisis y el interés surgido tras el trabajo interdisciplinar.